Las apachetas se convierten en el centro de las ceremonias. Creyentes de diversos sectores, desde propietarios de vehículos hasta comerciantes, se congregan para hacer ofrendas que se queman para alimentar la tierra y asegurar una cosecha abundante
Las tierras andinas se llenan de vida y tradición en agosto en un acto de veneración a la Pachamama, la Madre Tierra. Desde la madrugada del 1 de agosto, miles de personas se dirigen a lugares sagrados, en una serie de rituales que buscan asegurar la salud, la prosperidad y una buena cosecha para el año siguiente.
El antropólogo Milton Eyzaguirre, explicó que este tiempo no solo se trata del tiempo de la ‘madre tierra’, sino también, es el tiempo de las ‘saxras’ y los ‘kharisiris’. “Las ‘saxras’, que, traducido al castellano, es como diablos o demonios o malignos. Lo que hacen es apropiarse al ajayu (espíritu) de las personas”, dijo.
Y “también, éste es el tiempo de los ‘kharisiris’, es ese personaje que alguna vez lo han encubierto como un sacerdote católico o como un soldado español. Pero es el diferente, el que no es de la comunidad, que normalmente tiene otro tipo de rasgos físicos y rasgos somáticos. Y es el que se roba la grasa; al robarse la grasa de la persona y al hacer el corte, le está quitando una de las almas que tenemos”, añadió.
Cada 21 de junio se conmemora el Año Nuevo Andino, Amazónico y del Chaco, que es una festividad que tiene un significado cultural y espiritual para los pueblos indígena originarios campesinos del país. Se celebra esta fecha en ocasión del solsticio de invierno o el “Willka Kuti”, que significa el retorno o renacer del Sol.
A pesar a que a la Pachamama se conoce como ‘madre tierra’, el concepto es más complejo: “Pacha, es tiempo y espacio; y mama es la construcción de la madre tierra”, razón por la cual durante esta época las personas se dirigen a las ‘apachetas’
“Son esos espacios donde las personas hacen su ritualidad, pero las apachetas están vinculadas con un entorno femenino, en este caso la Pachamama”, explicó.
Agosto no solo es un periodo de ofrendas, sino también de precaución. Las wak’as, sitios ceremoniales, están “abiertas” y ocupadas, lo que implica que se debe tener cuidado con las actividades cotidianas. Tradicionalmente, se considera inapropiado cerrar negocios o contraer nupcias durante este mes.
“Con relación a la ritualidad, normalmente nos dicen que ‘ch’allemos’ a la derecha (sentido contrario al reloj), pero también hay que challar a la izquierda, eso tiene que ver mucho con neutralizar este tipo de elementos que, digamos, como envidias o maldiciones”, aseguró Eyzaguirre.
En el Museo Nacional de Etnografía y Folklore (Musef) se observa que el tejido llamado ‘paña’ (tejido hacia la derecha) y el hilado ‘lloke’ (tejido hacia la izquierda). “Las personas que utilizaban el lloke son autoridades en la comunidad y a ellos no les tiene que caer ningún tipo de maldición porque cuidan la comunidad”.
Además, aconsejó que, para estos rituales, también se debe evitar la presencia de niños, debido a la proximidad del mes de noviembre. “Es posible que la Pachamama quiera atraparlos, porque se está abriendo la Pachamama, y salen, pues, cosas positivas y negativas”.
Es un momento para ser especialmente cuidadoso y para realizar agradecimientos y peticiones a la Pachamama.
“Por eso es un momento de mucho cuidado, es un momento de agradecer y pedir también. Porque la Pachamama se está comenzando a reestructurar, porque dentro de dos meses ya vienen las lluvias, dependiendo de dónde está ubicado el territorio de la persona que hace la ritualidad”, añadió.
Elementos de la mesa ,Las ofrendas a la Pachamama son una forma de equilibrio entre lo material y lo espiritual.
Este período también es conocido por la tradición de las mesas blancas. A diferencia de las mesas de color en el Carnaval, las mesas blancas se preparan con dulces y elementos en color blanco, como la k’oa (hierba aromática andina), para simbolizar la purificación y el orden en el mundo.
“Hay que ordenar el mundo que está desordenado. El espacio de abajo es denominado el espacio de los ‘ch’amakanis’. Es el espacio oscuro, entonces, eso lo tenemos que volver a reordenar” afirmó Eyzaguirre.
Además, en las tradiciones andinas, la preparación de la mesa ritual, la ‘wajt’a’ (ofrenda), varía según el contexto y la región. En los espacios mineros, por ejemplo, es común realizar sacrificios de llamas o colocar un ‘sullu’ (feto de animal), un elemento simbólico que representa a la Pachamama.
En contraste, en regiones agrícolas como Curahuara de Carangas o el norte de Potosí se utiliza el ‘unthu’, grasa de animales, en lugar del ‘sullu’. aseguró que un aspecto fundamental de estas mesas es la presencia de nueces, que se utilizan para prever el futuro, y la quema de elementos rituales, práctica que tiene raíces prehispánicas y refleja la importancia de los sabores tradicionales para las deidades locales.
Las diferencias en las mesas rituales, desde su color hasta los elementos utilizados, ilustran la rica diversidad de las prácticas andinas y la profunda conexión con las deidades y la naturaleza. Eyzaguirre afirmó que agosto prepara el terreno para la llegada de los ‘supay’, los muertos en noviembre.
Éste es un tiempo de reordenar el mundo y gestionar las energías, una tarea que los rituales andinos han realizado durante milenios. Sin embargo, la fe es elemento de energía absoluta.
En este mes, las apachetas se convierten en el centro de las ceremonias. Creyentes de diversos sectores, desde propietarios de vehículos hasta comerciantes, se congregan para hacer ofrendas que se queman para alimentar la tierra y asegurar una cosecha abundante.
Por ejemplo, durante este tiempo, “recibimos imágenes de Cotacachi, Ecuador, donde salen tropas de gente golpeando la tierra allá, los ‘punchay’ se les llama”, relató Eyzaguirre.
Aseguró que esto se hace para hacer “resonar” a la Pachamama, ya que en esta época del año la tierra está fría y estéril debido al invierno. Los cantos y los golpes ayudan a quebrar la tierra endurecida, preparándola para ser fértil nuevamente.
A pesar de la influencia de la colonización y la adaptación de festividades a espacios católicos, los ciclos agrícolas y planetarios siguen siendo fundamentales en la vida local. “Normalmente, nosotros pensamos que el año tiene 365 días y eso es lo que está estipulado (…). Hay ciclos de los planetas, también hay ciclos agrícolas y hacen énfasis en esto que nosotros tenemos cuatro estaciones del año y no es así”, dijo.
Afirmó que, en el contexto andino, hay tiempo “seco” y tiempo “húmedo”. “Actualmente, estamos en el tiempo seco”, conocido como el ‘thayapacha’ (tiempo de frío); luego vamos a pasar al tiempo caliente, que es hasta el mes de noviembre aproximadamente”, agosto es fundamental para agradecer a la Pachamama por toda la producción agrícola recibida y la preparación de la siembra.