Es importante ver el contraste con la actualidad: Leipzig ha atraído a empresas como Porsche, Amazon y BMW, fue una de las sedes del Mundial de fútbol de 2006 y ha sido descrita en medios internacionales como un lugar "cool" -de tendencia- que atrae a jóvenes y artistas por sus arriendos baratos y su oferta cultural.
En Alemania no todo, son brechas y diferencias y quizás un ejemplo reciente de lo que une al país es el fútbol. Es cierto que el occidente domina en el fútbol profesional, pero los triunfos de la selección dan la impresión de superar esas ideas de un muro invisible.
Durante mucho tiempo era difícil ver a los alemanes ondeando sus banderas con tranquilidad o llevando los colores del país en sus prendas, pues ese gesto se equiparaba con nacionalismo, casi como una afrenta a otros países. Pero las banderas fueron protagonistas en 2006, cuando el país albergó el Mundial, y otra vez este año, cuando ganó el de Brasil. No es un asunto menor: en instancias de gran alegría como el Mundial o en momentos de profunda reflexión, como el aniversario del muro, sale a relucir cómo los alemanes tienen una relación particularmente problemática con su propia historia.
, Leipzig ha tratado de presentarse como un símbolo de esa Alemania oriental renovada, que ha cambiado su fachada lúgubre tras la caída del Muro de Berlín y está integrada con el resto del país, hasta el punto que dos de las principales figuras políticas alemanes tienen fuertes vínculos con esa zona. La canciller, Angela Merkel, estudió en Leipzig y el presidente, Joachim Gauck, fue un importante pastor prodemocrático en la RDA.
Por su pasado reciente, por el lastre incómodo que dejó la Segunda Guerra Mundial, es rutinario encontrar alemanes -en el este y el oeste- que piensan dos veces antes de hablar con orgullo de su propio país. Por supuesto, desde políticos hasta ciudadanos del común están conmemorando ahora los muros derribados (el físico, el de piedra, pero también algunos de los invisibles) y hablando de cómo Alemania ha avanzado para convertirse en una potencia europea.
Enn Berlín se ha discutido qué debe hacerse con los restos del muro que aparecen desperdigados en la capital y cómo debe recordarse esta historia de división y de unión. Ahí, en últimas, está la clave para entender a Alemania, en esas dos fuerzas simultáneas y protagónicas: es un país que va a cumplir 25 años años unido pero que no ha podido desprenderse del todo de haber estado unas cuatro décadas separado