Arzobispado de Sucre prometió abrir sus puertas para que la Policía y la Fiscalía investiguen el caso, pero a la Iglesia Católica solo se le arrancaron el nombre del padre.
Las víctimas, entrevistadas por la fuerza pública, contaron el horror de su experiencia:
- Me metía a su cuarto, me bajada el pantalón, empezaba a tocar mi parte genital y me masturbaba hasta que expulse el líquido. Luego me penetraba por la fuerza.
- Tengo 20 años, hoy estudio en la Universidad san Francisco Xavier. Cuando estaba en el internado, de adolescente, él me violó al menos dos años.
- Varias veces nos sacó fotografías desnudos, especialmente de espaldas.
- Yo no hubiera querido que se sepa la verdad porque ahora mis compañeros del internado me ven como maricón.
- Mis padres están en España hace dos años y han sido informados de mi situación. Pero no creo que regresen.
- ¿Cómo se animaron a denunciar al padre? Es que eran demasiados abusos.
- ¿Fue una decisión de los mayores? A todos nos metía en su cuarto para cosas.
- Cuando era más chico, pensaba que era una muestra de cariño...pero después me he dado cuenta.
- ¿Con que tipo de engaños los invitaba a su cuarto? Preguntaba si teníamos chicas y algunos no teníamos.Él nos decía que nos iba a ayudar a conseguir una chica y nos tocaba los genitales. Nos obligaba, luego, a dormir desnudos con él...
- Su comportamiento en público, ¿cómo era? Era normal, pero cuando estábamos solos hacía cosas extrañas. Una vez pesó y midió mi pene con una regla y dijo que esa información la haría conocer a Treveris, en Alemania.
- No quiero irme del internado, aunque me viole.
Reparación
La Iglesia Católica nunca reparó con asistencia psicológica a las víctimas y menos económica como sucedió en otras partes del mundo con casos similares.
Mientras el juicio corría en la justicia, Revich tenía desde 2011 detención domiciliaria y protección legal y laboral de la iglesia.
El 22 de febrero de 2013, el sacerdote se quitó la vida en una vivienda en la provincia Zudáñez a donde escapó de su detención domiciliaria de la Capital.
Lo hizo unas horas antes que la justicia lo sentenciará a 15 años de cárcel por abuso deshonesto a 12 menores de edad y emitirá para el caso una orden de aprehensión.
Icla hoy
Ni la construcción de escuelas o postas sanitarias detienen la migración rural de Icla hacia otras regiones.
La baja productividad del suelo, afectado por la desertización, contribuye a ese fenómeno.
El internado funciona con normalidad pero la sombra del terror que dejó Revich se murmura con frecuencia.
Al sacerdote de la Iglesia Católica Eduardo Revich lo acusaron 40 personas, tres mayores de edad y 37 niños del internado de San Miguel de Icla, ubicado a 260 kilómetros al este de Sucre, de agresión sexual.
Fue en el año 2007, en el turbulento año de las sesiones de la Asamblea Constituyente en la Capital de la República. A Revich, con un poderoso hermano mayor en la jerarquía católica, lo enjuiciaron por los delitos penales de “corrupción de menores, corrupción de mayores y abuso deshonesto”.
El sacerdote fue administrador de ese centro hasta que la Iglesia, enterada de la denuncia el 10 de octubre de 2007, lo destituyó. Lo destituyó del cargo pero le asignó otro lejos de Icla donde la población campesina y pobre ya amenazaba su vida.
El Arzobispado de Sucre prometió abrir sus puertas para que la Policía y la Fiscalía investiguen el caso, pero a la Iglesia Católica solo se le arrancaron el nombre del padre.
“No sabemos qué edad tiene, cuánto tiempo estuvo en Bolivia, si es extranjero o nacional y en qué lugares del país trabajó para establecer si de ahí también surge alguna información que ayude a aclarar el caso en curso”, declaraba en ese entonces una fuente cercana a la investigación a condición del anonimato, al advertir que “primero se dijo que era rubio y blanco y que en realidad era moreno y panzón”.
La jerarquía católica chuquisaqueña reaccionó molesta cuando se enteró que la Fiscalía allanó la habitación de Revich en el internado de Icla y confiscó varias de sus pertenencias, entre ellas una regla con la cual media el pene de sus víctimas.
Pero no solo reaccionó molesta la iglesia, amenazó también con cerrar el internado y dejar sin párroco a Icla. El funcionamiento del internado, que cobijaba entonces a 58 personas, tenía el apoyo de la Iglesia Católica en Bolivia y de la diócesis de Tréveris, la más antigua de Alemania.
“Entre los proyectos importantes de Tréveris, está la asociación con Bolivia”, señalaba en 2007 la página web de esa organización religiosa.
El internado católico que sostenía Tréveris llenó el vacío económico que tenían los campesinos de las 32 comunidades de Icla, cuarta sección municipal de la provincia Zudañez, y brindó a los niños el derecho de acceder a la educación.
Los campesinos que, expulsados por la pobreza, migraron a Santa Cruz, Cochabamba o España o que vivían en zonas muy alejadas, dejaron a sus hijos al cuidado del centro para que éstos asistan con normalidad al colegio Antonio José de Sucre.
En algún momento, a pesar de la gravedad de las denuncias contra el sacerdote, los padres de familia del internado y del Comité Cívico emitieron un voto resolutivo de apoyo a Eduardo Revich.
La defensa de los menores denunció, sin embargo, que la amenaza de la Iglesia Católica de dejar a Icla sin el internado y sin párroco dejó “muy nervioso al pueblo”.
Era un apoyo arrancado a fuerza de chantaje. De acuerdo con un perfil psicológico de Revich, que la fuerza pública elaboró sobre el testimonio de los menores agredidos, el sacerdote buscaba el placer por medio de las relaciones sexuales con niños.
Su conducta fue descrita como de “pedofilia” porque sus acciones se prolongaron durante al menos siete años en los que se incluyen fantasías, impulsos y comportamientos sexuales con niños que estaban ingresando a la pubertad o que ya eran adolescentes.
La Fuerza Especial de Lucha Contra el Crimen de Chuquisaca estableció en las investigaciones que las víctimas entre 2000 y 2007 eran 40, pero que ese número “es mayor debido a que de la comunidad de Uyuni, a 50 kilómetros de Icla, surgen denuncias de prácticas similares cometidas por Eduardo Revich”.
Revich estuvo a cargo del internado de Uyuni, que es igual al de Icla, de forma temporal. En público, el sacerdote expresaba disciplina, inspiraba confianza, y predicaba la palabra de Dios con amor y honestidad.
En privado, obligaba a los menores del internado a dormir desnudos con él, tener relaciones sexuales y a acompañarlo a otras poblaciones de la provincias, los fines de semana, para ejecutar una serie de prácticas sexuales extremas mientras combinaba su tiempo con los sermones del día.