No apto para depresivos. Los bellos melismas en el estribillo serán imitados hasta la saciedad en futuros programas de talentos de televisión. Es una balada atemporal, que ignora las modas, que podría haberse publicado idéntica hace treinta años, con el mismo efecto, y que sonará igual de viva y doliente en 2041. De momento, este 2021 ya ha devuelto a Adele a la cima
Adele escribió en Instagram el 2019 adelantandose a lo que sucedería: “Será un disco de drum and bass para fastidiaros”. Bromista que es ella: este viernes, 15 de octubre, la cantante británica ha estrenado la primera canción de su largamente esperado cuarto álbum, y es lo opuesto al drum and bass, ese tipo de música electrónica bailable y algo cerril que estuvo de moda en los noventa. Easy On Me, que así se titula el tema, no concita sorpresas: se trata de una balada de piano sentimental y desgarrada.
Los austeros arreglos contribuyen a aumentar el tono descarnado del tema, no apto para depresivos. Los bellos melismas en el estribillo serán imitados hasta la saciedad en futuros programas de talentos de televisión. Es una balada atemporal, que ignora las modas, que podría haberse publicado idéntica hace treinta años, con el mismo efecto, y que sonará igual de viva y doliente en 2041. De momento, este 2021 ya ha devuelto a Adele a la cima.
La expectación por el regreso de Adele ha sido mayúscula, en primer lugar por la envergadura de la artista, la mujer que más discos ha vendido en el Reino Unido este siglo (solo de su segundo trabajo, 21, despachó allí seis millones de copias). Atesora quince premios Grammy y un Oscar, por Skyfall, su composición para la banda sonora de la película de igual título de James Bond. La curiosidad se explica también por su prolongado silencio. Easy On Me es la primera canción que presenta en seis años. Adele sigue manejándose en la industria musical a la antigua usanza: mientras la mayoría de artistas sacan al mercado nuevos sencillos o colaboraciones cada pocas semanas, la artífice de Hello es cantante de álbumes. Entre disco y disco, que explota con su correspondiente reguero de sencillos, desaparece del mapa. El 19 de noviembre verá la luz el cuarto álbum, 30. Esta pausada cadencia solo pueden permitírsela hoy las grandes estrellas; Beyoncé o Rihanna también se volatilizan durante años antes de reaparecer entre oropeles.
Lógicamente, en el caso de Adele, el afán mediático no ha menguado en el transcurso de su última ausencia; antes al contrario, los recientes vaivenes de su vida personal han sido objeto de profundos escrutinios. Los amantes de los cotilleos se han dado un festín a su costa y los fans, que saben que ella compone sus canciones, intuyen pistas jugosas sobre el contenido de sus próximas letras. Un divorcio, una transformación física radical (ha perdido considerable peso), la muerte de su padre (ausente en su infancia y tan pillo como para vender historias sobre ella a The Sun) y chismes sobre un consumo de alcohol que reprobaría la OMS han mantenido vivo el interés. En un comunicado del 13 de octubre, la cantante reconocía que esa agitada etapa ha influido en su nuevo repertorio. Revelaba que se había lanzado “a un laberinto de absoluto desorden y confusión interior”. “He reconstruido minuciosamente mi casa y mi corazón desde entonces y este álbum lo narra”. Y definía 30: “Mi asidero durante el período más turbulento de mi vida. Cuando lo estaba escribiendo, era ese amigo que venía con una botella de vino y comida para animarme”.
En 2019, Adele se divorció del empresario Simon Konecki, con quien había estado casada dos años. Tuvieron un hijo, ahora de nueve años. Salió después con el rapero Skepta y, desde principios de 2021, mantiene una relación estable con el agente deportivo Rich Paul. Entre medias, acusó los rigores de la pandemia como cualquiera. Encontró consuelo en una contradictoria mezcla de alcohol y gimnasio. “Siempre tengo un poco de resaca los lunes por la mañana”, contó subida a la máquina elíptica a Vogue. “Cada día empezaba a beber más temprano. Mi primera carrera de urgencia al supermercado [durante el confinamiento] fue para comprar Whispering Angel [una marca de vino rosado] y kétchup”. Las fotos de gran diva que acompañan la portada de octubre de dicha publicación realzan su nueva silueta, más esbelta. Libros de autoayuda y una pizca de astrología —le ha dado por hablar de Saturno, de los 30 años que tarda en dar la vuelta al sol y de que por tanto ahora ella ha entrado en un nuevo ciclo vital guiada por el planeta de los anillos— parecen haberla reactivado.
Muchos de estos ingredientes se cuecen en Easy On Me, una canción lacrimógena, con versos que parecen diseccionar su matrimonio frustrado y sus esfuerzos por salvarlo. “Sé indulgente conmigo, todavía era una niña”, canta. “No hay espacio para que algo cambie cuando estamos tan profundamente anclados en nuestros caminos. No puedes negar cuán duro lo intenté. Cambié quién era para ponernos a ambos primero, pero ahora lo dejo”. No es descabellado considerar esta canción de adiós como una continuación de Hello. El vídeo refuerza la idea: mientras el de su éxito de 2015 mostraba a la cantante desembarcando en una casa vacía, el de Easy On Me, también dirigido por Xavier Dolan, la capta abandonándola y alejándose del pasado en coche. Greg Kurstin, productor y coautor de Hello, ejerce otra vez de escudero en el estudio.