El cierre del monumento, provocó pérdidas de nueve millones de euros al mes (10,1 millones de dólares), según Patrick Branco Ruivo, el director general de la sociedad de explotación que gestiona el monumento construido en 1889
Unos 50 visitantes fueron recibidos al cálido ritmo de una batucada, acorde al tiempo y al calor que deberán soportar para subir a pie y con mascarillas los 674 escalones sin quieren gozar del paisaje, puesto que durante los primeros ocho días solo los dos primeros pisos están habilitados.Con una temperaturas de 34°C en París, la Torre Eiffel volvió a reabrir sus puertas este jueves tras permanecer cerrada 104 días debido a la crisis sanitaria desatada por el Covid-19.
La edificación reabre bajo una nueva normalidad que busca prevenir al máximo las infecciones. Hasta el 1 de julio los visitantes no podrán subir por los ascensores y quienes se animen a visitar las instalaciones, tendrán que subir por los 674 escalones de sus escaleras.
Si la situación sanitaria lo permite, los ascensores reabrirán en julio, excepto aquellos, más pequeños, que llevan hasta la cumbre de la torre de 324 metros de altura. Todo ello para garantizar una distancia segura entre los visitantes y limitar el riesgo de infección. La empresa que gestiona el monumento colocó en el suelo marcas de color azul, con las que invitan a las personas a mantener al menos 1,50 de distancia entre ellas. Todos, excepto los niños de hasta 11 años, deberán llevar tapabocas para acceder a la torre.
Se espera que las medidas se vayan flexibilizando a medida que avanza el verano, aunque por el momento el monumento mantendrá un aforo limitado y exigirá el uso obligatorio de mascarillas a los mayores de 11 años. "Es genial porque nunca estuve en la Torre Eiffel y es nuestro último día aquí", dijo Anni Koehler, de Alemania, mientras compraba las entradas. "Así que esperamos poder hacerlo".
París reabre sus monumentos en un intento por reactivar el sector turístico. La sección superior de la torre permanecerá cerrada debido a que los ascensores necesarios para llevar a las personas hasta el último nivel son demasiado pequeños para garantizar la distancia de seguridad, aunque la administración de la torre espera poder abrir ese espacio en las próximas semanas.
El monumento, que ha marcado la vida de la ciudad desde 1889, es visitado por cerca de siete millones de personas anualmente, de los cuales cerca de tres cuartos son turistas extranjeros, por lo que se espera que en el presente año el número de visitantes siga siendo reducido.
En Francia, uno de los países que más visitantes reciben a nivel mundial, ha sentido, como el resto de naciones mediterráneas, un fuerte impacto en su sector turístico. Sin embargo, el país intenta reactivar esta industria con la reapertura de sus principales atracciones, entre las cuales el museo del Louvre, que reabrirá también a partir del 6 de julio.
Testimonios "Quería participar en este momento de alegría. Casi estoy llorando, pero es de felicidad. Después de estos meses difíciles esto es una gran emoción", dice Thérèse, de 60 años, que ha venido de Perpiñán, sureste de Francia, para visitar a su nieto, y no ha querido perderse la apertura del emblemático monumento parisino. "Voy a subir despacio... y si no llego hasta arriba no importa", agrega la mujer.
"Es muy especial estar aquí para la reapertura de la Torre Eiffel", dice Manuel Mehl, un turista alemán de 42 años de Pfaffenhofen (sur de Alemania) con su esposa americana, Shanique Chintsanya (28), que estará aquí durante tres días en la capital francesa. "Estoy un poco triste porque la parte superior de la Torre no está abierta, pero no pasa nada, tenemos que subir las escaleras", se ríe Chintsanya. "Hay 700 escalones hasta el segundo piso, hay que ser deportivo", explica por su parte Yacine Gueblaoui, jefe de equipo del personal de la Torre.
En cuanto a la Torre, espera empezar a recuperarse económicamente. El cierre del monumento, el más extenso desde la Segunda Guerra Mundial, provocó pérdidas de nueve millones de euros al mes (10,1 millones de dólares), según Patrick Branco Ruivo, el director general de la sociedad de explotación que gestiona el monumento construido en 1889.