Zuckerberg leyó una declaración durante casi 10 minutos en la que pidió disculpas por enésima vez desde que hace más de dos meses saliera a la luz el escándalo Cambridge Analytica
La clase política ha pujado en las últimas semanas por colocarle ante los focos para que sea él quien explique personalmente a los ciudadanos lo sucedido con la fuga de datos de 87 millones de usuarios de Facebook. El resultado de esas llamadas al orden ha sido desigual. Zuckerberg acudió en abril al Senado estadounidense, donde entonó una solemne disculpa.
El Parlamento británico ha reclamado su presencia, pero ha tenido que conformarse con acusar de falta de ética al responsable tecnológico de la compañía, enviado en su lugar. El último acto de esa gira del perdón ha llegado esta tarde en Bruselas sin secundarios ni dobles. "Ha quedado claro en los últimos años que no hemos hecho lo suficiente para evitar que las herramientas que hemos creado se utilicen también para causar daño. Ya se trate de noticias falsas, la interferencia extranjera en elecciones o el mal uso de los datos de la gente. Fue un error y lo siento”, ha admitido Zuckerberg.
Su llegada a la Eurocámara pareció por momentos un evento corporativo. Serio, puntual, con la misma formalidad en el vestuario que en su intervención en Washington, donde también optó por el traje y la corbata, el fundador de Facebook arribó al Parlamento Europeo a las seis de la tarde y atravesó entre flashes una alargada alfombra azul, el color con el que se identifica a su empresa pero también a la UE.
Después de intercambio de impresiones con el presidente del Parlamento Europeo, Antonio Tajani, que le recibió con honores dignos de un jefe de Estado, ambos pusieron rumbo a la sala donde les aguardaban los líderes europeos. Allí Zuckerberg leyó una declaración durante casi 10 minutos en la que pidió disculpas por enésima vez desde que hace más de dos meses saliera a la luz el escándalo Cambridge Analytica, en el que resultaron afectados 2,7 millones de usuarios europeos.
En el turno de preguntas quedó claro que Zuckerberg no estaba en la sede de su compañía en California. “¿Es Cambridge Analytica un caso aislado o la punta del iceberg?”, cuestionó el líder del Grupo Popular, Manfred Weber. “Quizá ni siquiera usted controla su compañía. Ha tenido que disculparse 15 veces en una década, tres de ellas este año, y solo estamos en mayo”, le espetó Guy Verhofstadt, de los liberales. El líder belga tiró de ciencia ficción y comparó a Zuckerberg con la protagonista de El Círculo, un libro distópico sobre una influyente empresa de Internet que rebasa los límites de privacidad.
Curtido en el duro cuerpo a cuerpo que mantuvo el mes pasado en el Senado y la Cámara de Representantes de Estados Unidos, donde afrontó sendos interrogatorios de más de cinco horas cada uno, en su breve paso por la Eurocámara Zuckerberg se defendió con aplomo, sin torcer el gesto, e insistió en que han aprendido de los errores. “Facebook ya no es una compañía que espere las denuncias de los usuarios, actúa proactivamente”, defendió.
Recordó que el año pasado borraron 30.000 cuentas falsas en Francia para evitar intromisiones en las elecciones que llevaron a Macron al Elíseo. Destacó que han bloqueado 200 aplicaciones que recopilaban datos e investiga a otras muchas. Aseguró que el 99% de los mensajes terroristas desaparecen casi inmediatamente de Facebook. Y ensalzó que la empresa empleará a casi 10.000 personas en Europa a finales de este año.
Fiel al guion que interpretó en su país, Zuckerberg no eludió la autocrítica. Reconoció que deberán invertir más y que “tomará tiempo hacer los cambios necesarios” para salvaguardar los datos de los usuarios. Enfrente, sus examinadores, más de una decena, tuvieron en el poco tiempo disponible su gran limitación. Un torrente de preguntas quedó sin contestar y Zuckerberg se comprometió a responderlas por escrito en los próximos días.
De su paso por Bruselas quedará el simbolismo del perdón a los ciudadanos europeos en una sesión retransmitida por Internet. El diagnóstico de la posteridad, que sacó a la palestra Verhofstadt, fue una de las preguntas sin respuesta. “¿Cómo quiere ser recordado, como un gigante de la tecnología del estilo de Bill Gates o Steve Jobs, o como el genio que creó un monstruo digital que destruyó nuestras democracias?”, interrogó al fundador de Facebook.