Muy posible que detrás de tu celular haya un rastro de sangre. Que para que llegue hasta tus manos, alguien haya muerto: la fabricación de teléfonos móviles financió la guerra y la explotación en la Repúbica Democrática del Congo, todo por un mineral llamado “coltán”.
Coltán es un derivado de columbita y tantalia, de los cuales procede su nombre y se lo emplea para hacer dispositivos electrónicos. Las características que lo hacen irremplazable son su resistencia a altas temperaturas y la capacidad de acumular energía. Pese a que en Congo hay una importante reserva (el 80% del total mundial) el coltán es un bien escaso y no es renovable.
Para los fabricantes, su aprovechamiento es estratégico y el control de su extracción y comercialización ha despertado la ambición de países vecinos. ¿El resultado? 4 millones de muertos, esclavitud de niños y una cruenta guerra de cuatro años entre 1998 y 2002.
La guerra En 1998, el ejército de Ruanda invadió el Congo y, junto a otros países de la región, estableció alianzas comerciales de carácter estratégico y militar para traficar y procesar el mineral. Para Ruanda, el tráfico ilegal de coltán representó el ingreso - en sólo 18 meses - de 250 millones de dólares, lo que equivalía a cuatro veces su presupuesto anual.
Paralelamente, algunas organizaciones de derechos humanos aseguraban que las multinacionales de teléfonos móviles y los países productores estaban detrás el conflicto. Durante la guerra, se estima que 4 millones de personas de personas fueron obligadas a realizar trabajos forzados en las minas bajo condiciones inhumanas que les causaron la muerte.
Apesar de un tratado de paz en la región, continúa la explotación ilegal de coltán. Miles de personas en situación de pobreza son abusadas en las minas, donde explotan el mineral y lo venden a 10 dólares por kilo. Luego, esa misma cantidad, se cotizará a más de 300 dólares en el mercado occidental.
Persiste también un régimen de esclavitud, principalmente de niños debido a que, por su tamaño, circulan fácilmente por los estrechos pasadizos de las minas. Recientemente, la periodista congoleña Caddy Adzuba denunció que la violencia en su país está motivada por el progreso tecnológico.
“Nosotros morimos para que ustedes puedan tener sus smartphones”, dijo señalando con el dedo a la gente que la escuchaba. Las denuncias a las empresas continúan y hay organizaciones que sostienen que, junto con las potencias internacionales, las multinacionales habrían provocado el resurgimiento del conflicto.
Son muchas las empresas fabricantes de celulares que evitan el coltán por razones éticas y para librarse de mala de imagen que les ocasiona. Sin embargo, el contrabando dificulta saber con exactitud el origen del mineral.
Parlamento Europeo y el Consejo de Europa están elaborando un reglamento que permita certificar que el suministro de los minerales necesarios para la fabricación de dispositivos tecnológicos se haga de forma responsable. El objetivo es evitar el rastro de sangre que conlleva su explotación.