Residentes bolivianos disfrutan de la fiesta del fútbol este jueves, día de la inauguración de la Copa del Mundo en Brasil. Muchos de nuestros compatriotas lucen la tricolor nacional por las calles de San Pablo a la espera del puntapié inicial.
San Pablo amaneció con un clima agradable, con sol incluido a diferencia de lo que sucedió ayer que hubo lluvia y frío. No hubo paro ni de metro ni de trenes, por lo que el traslado de los hinchas desde cualquier parte de San Pablo hasta Itaqueta, donde está instalado el Arena Corinthians, ha sido normal.
El Mundial ya se vive. Por la mañana, muy temprano, se escucharon algunos petardos que anticipaban protestas de los grupos sociales contra la Copa. El Gobierno y la Policía han sido claros: se puede protestar, pero también se tiene que dejar a la gente que quiera disfrutar del torneo.
Hay un plan de seguridad que se está cumpliendo. A pocas horas de la inauguración del Mundial (Brasil-Croacia) dos helicópteros del ejército sobrevuelan los predios del escenario, además que existe un riguroso control para ingresar. Hay que tener la entrada en mano o la credencial visible para no tener inconvenientes.
De momento en San Pablo la inauguración avanza sin riesgo.
"¡No habrá Copa!", cantaban los manifestantes esta mañana antes de ser dispersados, una frase que se ha convertido en el lema de muchos brasileños indignados con los $us 11.000 millones que el Mundial costará a los contribuyentes brasileños, y que reclaman para la educación, la salud, la vivienda y el transporte.
Para este enorme país de 200 millones de habitantes, la Copa tiene un sabor agridulce. Muchos brasileños salieron a las calles vestidos de verde, azul y amarillo, los colores de su bandera y su ‘seleçao’, incluida la presidenta Dilma Rousseff. Pero otros tienen miedo de las protestas y toman sus previsiones.