A Mauricio Macri le ha fallado la coyuntura internacional. Cuando lo que más necesita Argentina es la aportación de capitales desde el exterior, como los requeridos para desarrollar los proyectos de fracking en Vaca Muerta, los flujos de inversión extranjera se han frenado en el mundo, y han descendido en el caso de Latinoamérica. Incluso China ha reducido sus créditos a la región, que se encuentran en el nivel más bajo de los últimos cinco años.
Falta de esa reactivación propiciada por la inversión extranjera directa (IED), y debido a otros desequilibrios internos, como la alta inflación,
Macri ha acudido al Fondo Monetario Internacional (FMI) para pedir un préstamo. También ha
solicitado ayuda a otros organismos, como el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo. La cuantía de la ayuda buscada aún no se ha concretado públicamente, pero podría rondar los 30.000 millones de dólares.
Es un préstamo preventivo, pero el reconocimiento del Gobierno de que poner de nuevo en pie a la economía argentina tras los desmanes de la era Kirchner está resultando más difícil de lo esperado ya ha sembrado dudas de que Macri pueda resolver con éxito el empeño. Y los miedos, en materia financiera, pueden llevar al pánico.
Moneda argentina llegó la semana pasada a un histórico suelo de 23 pesos por dólar, en un momento de sobresalto que llevó al Banco Central a elevar los tipos de interés al 40%, la cota más alta en el mundo. Era la tercera subida de los tipos desde el 27 de abril, que entonces estaban en el 27,25%. La inflación, aunque en descenso, se resiste a pasar a tasas razonables: el año pasado fue del 25% y este año podría caer al 15%, según las cifras del Gobierno, que ha tenido que empeorar sus iniciales previsiones.
Argentina recuperó la confianza de los mercados internacionales con la victoria de Macri a finales de 2015, que dejaba atrás la arbitrariedad estatal y la inseguridad estadística de las presidencias de Cristina Fernández de Kirchner. Pero en 2016 las cosas se torcieron en los flujos de capital extranjero en el mundo: incertidumbres como el Brexit o el proteccionismo preconizado por Donald Trump aconsejaron prudencia a los inversores. También actuaron otros factores, como el lento crecimiento en varias economías de referencia y el aumento de los tipos de interés en EE.UU., lo que tuvo un efecto reclamo de fondos que temporalmente habían buscado rentabilidad en otros lugares.
En Latinoamérica, como indica un
informe de la CEPAL, también afecta negativamente un escenario global de sofisticación tecnológica y expansión de la economía digital que tiende hacia una concentración de las inversiones transnacionales en las economías desarrolladas. Según este informe, Latinoamérica y el Caribe tuvieron entre 2011 y 2014 el 14% de la IED global, pero esa cifra bajó al 10% en 2015 y en 2016.
Países latinoamericanos dependen más de la IED que la media mundial. Así, la inversión extranjera directa supone el 3,6% del PIB de la región, frente al peso del 2,5% en el PIB global. La IED destinada a la región descendió un 7,9% en 2016 y en el caso de Argentina bajó un 64% (fue de 4.229 millones de dólares), la caída más pronunciada en América Latina. En realidad Argentina no es de los países latinoamericanos con mayores volúmenes de la IED destinados a la región, casi la mitad de los cuales son para Brasil (el 47%), seguido de México (19%), Colombia (15,9%) y Chile (7%).
Clima de descenso de inversiones en Latinoamérica también viene alimentado por una
menor inyección de capitales desde China, que aunque en realidad no han venido siendo especialmente altos, en 2016 quedaron reducidos al 1,1% de la IED recibida por la región. Eso se enmarca en un retraimiento general en los préstamos de los grandes bancos chinos, como el Banco de Desarrollo de China y el China Eximbank, debido al menor crecimiento del gigante asiático y a cambios en sus regulaciones financieras.
En el 2017 la financiación pública china dirigida a entidades o compañías estatales de los países latinoamericanos continuó descendiendo y se situó en niveles inferiores a los de 2012. El ejercicio estuvo especialmente marcado por laausencia de créditos chinos a Venezuela, que es quien hasta ahora ha recibido mayor cantidad de ellos.
Para Macri, en cualquier caso, se le complican las cosas. La ventana de tiempo que tenía para enderezar la situación conmedidas de choque que fueran aceptadas con paciencia por la población se está cerrando. Las próximas presidenciales serán en octubre de 2019, así que en pocos meses el país entrará en 'modo electoral'.
Recursos al FMI, por otra parte, puede jugar políticamente en contra de Macri. No es solo la histórica suspicacia de los argentinos hacia ese organismo, a raíz de crisis pasadas, sino que la negociación del préstamo llevará atadas una serie de exigencias que pueden dañar la imagen del Gobierno. Macri espera, no obstante, que la ayuda del FMI ayude a sanear las cifras macroeconómicas del país de modo conclusivo.