La vida cotidiana está repleta de preguntas científicas. Esta sección recoge cada semana las más curiosas de la mano de Métode, la revista de divulgación de la Universidad de Valencia en España.
Este proceso presenta dos facetas bien diferenciadas: cuánto calor se transfiere y a qué velocidad lo hace. Es en la primera faceta donde se encuentra la respuesta a nuestra pregunta: la sensación de quemadura está motivada por los daños causados en nuestros tejidos por el calor. Si se transfiere una cantidad de calor lo suficientemente grande entre el foco caliente y el foco frío, se produce una evaporación brusca del agua tisular, con la consiguiente destrucción de las estructuras biológicas de la epidermis.
Para que se evapore el agua, y para que destruyan las macromoléculas biológicas, se requieren cantidades apreciables de calor. Si comparamos un cubierto caliente con papel de aluminio recién sacado del horno, el papel de aluminio es un depósito que tiene almacenada una cantidad de calor mucho menor que el cubierto debido, sobre todo, a su menor masa. El papel de aluminio, por lo tanto, a pesar de estar muy caliente, no tiene almacenado suficiente calor como para producir quemaduras: de hecho, en ocasiones, ni siquiera lo sentimos caliente cuando lo sacamos del horno.
Sin embargo, un cubierto caliente, con una masa mucho mayor, sí puede tener almacenada energía suficiente como para producir una quemadura. Hemos comentado que, en el proceso de transferencia de calor entra en juego otro aspecto, la velocidad con que se transfiere. En este caso, esta faceta juega un papel poco relevante, pero sí que es importante en otras situaciones, por lo que quizás tengamos la oportunidad de volver sobre ella en otra ocasión. (Por Eduardo Martínez Tamayo.) Instituto de Ciencia de los Materiales. Parque Científico, Universidad de Valencia.