Ante esa reflexión, llamó a los bolivianos y bolivianas aprender de las lecciones del pasado, que nos enseñan que ningún recurso natural está a salvo de la angurria capitalista depredadora y de intereses extranjeros, ni entonces ni ahora
23 de marzp Día del Mar Boliviano, el presidente del Estado Luis Arce mencionó que en 1879 los bolivianos fueron arrastrados a una guerra injusta entre pueblos hermanos, y que este 23 de marzo se cumple un año más desde que se mutiló aquella relación directa y ancestral que siempre se tuvo con el Pacífico.
“Es una herida abierta, no solo en nuestro país, sino en nuestra América, y que nos compromete a no arriar las banderas de nuestro anhelo de retornar a las costas del Pacífico con soberanía”, afirmó el jefe de Estado al recordar la heroica defensa del litoral boliviano.
La invasión chilena, dijo, contó con un enemigo interno, la oligarquía minera boliviana que ejerció un rol de desestabilización que sólo benefició a Chile en la guerra, todo con el propósito de proteger sus intereses ligados al capital transnacional anglo-chileno.
El jefe de Estado enalteció el heroísmo de Eduardo Abaroa, ejemplo de dignidad y lucha por la integridad del territorio boliviano, Ladislao Cabrera, Genoveva Ríos, Rufino Carrasco, Juancito Pinto, y a todos aquellos compatriotas que dejaron en alto el nombre de Bolivia.
Citó parte del Diario del coronel boliviano Ezequiel Apodaca, que describe la traición de la oligarquía boliviana en la Guerra del Pacífico, en cuyo complot estaban inmiscuidos principalmente los expresidentes Aniceto Arce y Narciso Campero, además de Eliodoro Camacho, ligados y comprometidos al capital transnacional minero.
“¡Qué diferente hubiera sido nuestra historia si una gota de aquel coraje de los héroes del Topater hubiera recorrido por las venas de aquellas élites minero-feudales para sentar soberanía!”, reflexionó Arce.
Esa oligarquía, prosiguió, que, sin pudor alguno, y en plena guerra, cuando el país se encontraba invadido y en peligro su integridad, depuso mediante un golpe de Estado al presidente Hilarión Daza y facilitó la expansión del vecino país, cuyo gobierno de entonces sintetizaba al capital británico-chileno.
Ante esa reflexión, llamó a los bolivianos y bolivianas aprender de las lecciones del pasado, que nos enseñan que ningún recurso natural está a salvo de la angurria capitalista depredadora y de intereses extranjeros, ni entonces ni ahora.
“Sin duda, todos los despojos de los que hemos sido víctimas durante decenios de vida republicana y que han reducido el tamaño de nuestro territorio a menos de un tercio de su superficie original, han tenido lugar por la acción de quienes disfrazados de patriotas trabajaron para el enemigo”, expresó.
En virtud del Tratado de 1904, Bolivia dejó de ser un país costero y perdió grandes riquezas como el guano, el salitre, el cobre y la plata de las minas de Caracoles y Chuquicamata, el litio y hasta el Desierto de Atacama que hoy sirve para la producción de energía en base al hidrogeno que fueron gravitante en el desarrollo de Chile.